jueves, 3 de diciembre de 2020

La penitencia de hacer listas.

A veces puede ser más relajante dejarse desollar por un charcutero ciego que dirigir un partido político.  Los partidos son asociaciones de personas adultas unidas por ideales comunes, pero cuando toca hacer listas entran en modo The Twilight Zone.  Hay personas encantadoras que sufren transformaciones propias de un Gremlin tras zamparse ración doble de alubias pasada la medianoche de la convocatoria electoral. La creación de listas es un periodo de sorpresas, hay giros propios de película de Shyamalan donde A pasa a Z y Z a A según algoritmos secretos y eso que siempre ha sido blanco será unos días negro, y luego ya veremos. Con el chupinazo comienza la sopa de letras, y salen nombres y más nombres que suenan y resuenan y muecas cada vez que suena el nombre y caras de póker cada vez que suena el nombre. No envidio en absoluto a las personas llamadas a decidir candidaturas; es una misión sumamente desagradecida. Opino que es como una penitencia. Un amigo que antaño arrastró esa cruz me decía: “en cada congreso y en cada elección pierdo un amigo”. Pues eso, penitencia pecador.

Pasado el orgasmo de las listas los partidos encaran las elecciones arrastrando cicatrices y heridas íntimas que sangrarán en silencio hasta que una nueva candidatura las cosa. Queda en el ínterin una asociación sosegada, imprescindible para el desarrollo de una sociedad democrática.

El trago de formar ejecutivas o consejos es similar pero con matices, no es tan visceral. No poca gente quiere formar parte, pero luego digamos que es difícil dedicar al “cargo” el tiempo necesario.  Una vez constituida una ejecutiva suele darse salida de caballo y parada de burro. Sobre todo en la gente nueva, tan necesaria en los partidos, que empieza con ganas e ilusión salvajes para aflojar al comprobar en sus carnes la dificultad que entraña innovar en política. Al final el proyecto rueda gracias a la plantilla del partido; las mujeres y los hombres que lo empujan en silencio. 

Recuerdo perfectamente cuando comuniqué a un inmenso político de Lleida que me iba a afiliar a un partido. De hecho él llegó a presidir uno.  Ojalá lea este post y recuerde la conversación esbozando una sonrisa. Fue algo así como: “m’afilio al partit”, “però què dius Guillermo! Afilia’t a un club de golf home, seràs infinitament més feliç”. Tanto él como yo seguimos y seguiremos siempre en un partido, exhibiendo con orgullo y cierta nostalgia nuestras cicatrices

 

 

 

 

 

   

viernes, 6 de noviembre de 2020

Systema clínico

Los viernes por la tarde había fiestas de institutos en la discoteca Systema. Sitúense, estamos en los años 80 y pico.  El trato era sencillo: los estudiantes acordaban con la dirección del local quedarse la recaudación de taquilla, o parte de ella, que iría a proyectos tipo viaje de fin de curso, la discoteca a cambio ingresaba lo de la barra. La entrada eran 300 pesetas ¿cuánto es eso hoy? ¿Dos euros? Con quinientas pesetas podías tener resuelta la tarde. Las fiestas más concurridas eran las del Gili i Gaya. En el local había reservados ¿cómo explicas a un chaval de hoy qué era eso sin resultar cómico?  Y había sesión de lentas donde echabas el órdago a la grande; triunfar o sufrir la espada fría del mal de amores de adolescencia, tan jodido, tan dramático. Allí hervían hormonadas emociones de juventud. A las 10:00 de la noche todo el mundo estaba en casa, empezaba el Un Dos Tres y era impensable perdérselo. Y mientras buscabas a Ruperta seguías pensando en la tarde: en el desengaño amoroso o en tus avances milimétricos en la conquista de esa chica o ese chico que te hacía perder el orgullo. El mundo era introspectivo, no podías desahogarte o ahogarte del todo en las redes sociales o el Whatsapp mientras seguías pendiente del destino de la pareja del Un Dos Tres; poco más había para elegir entre los tres canales de TV existentes. Leo en el Segre que el Systema será en breve una clínica privada; giros bestiales de la vida. Quién sabe si aquella pista de baile es hoy un quirófano o si en los reservados de la tensión adolescente hay hoy una sala de angustiosa espera de noticias médicas. Varios edificios de Lleida, como en todos lados supongo,  han hecho transformaciones que dejarían perpleja a la más avanzada de las Drag Queen: de discoteca emblemática a clínica; de cuartel del ejército a parque científico y carpa de copas. El chalet modernista de los Camps Elisis lo pisé como oficinas de la Fira San Miquel. El mismo despacho de la dirección de la Fira pasó a ser con los años un club de música techno que pisé a otro ritmo. Transformaciones radicales en la vida de las cosas. Me pregunto si las paredes tienen memoria. Si la energía de un lugar permanece de algún modo aun con el paso del tiempo. Hay culturas que sí lo creen; que algo siempre queda. Quién sabe. 

sábado, 29 de agosto de 2020

Aceptar más de una idea.

 Prime Video recupera las siete temporadas de The West Wing (1999-2006), la famosísima serie escrita por Aaron Sorkin. El 3 de octubre de 2001 se emitió un capítulo especial titulado “Isaac e Ismael”, un paréntesis en la trama general dedicado a la memoria de los fallecidos en los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. Hablo del primer capítulo de la tercera temporada: en él la Casa Blanca se cierra con motivo de una amenaza terrorista. Josh Lyman se reúne con un grupo de escolares que ese día visitaban el edifico y se trasladan a la cafetería, donde se improvisa una clase magistral de los asesores del Presidente de los EUA sobre las causas del terrorismo. Al final de la reunión y del capítulo, uno de los alumnos pregunta a Lyman qué pueden hacer ellos -los alumnos- para luchar contra el terrorismo, a lo que el analista político responde: “aceptar más de una idea, eso les vuelve locos”.

Los críticos con esta serie argumentan que se aleja de la realidad. La política en general no se rige (escriben) por la inteligencia y el honor, aptitudes que guían el comportamiento y la decisiones de los protagonistas de la serie, se rige (siguen escribiendo) por una desmedida ambición de poder y por maniobras de cuestionable honorabilidad. Tal vez sea así. Pero no podemos negar a The West Wing el mérito de ser la primera serie de la historia con reflexivas tramas políticas, haciendo de los engranajes de la política un producto de entretenimiento exitoso todo ello con una puesta en escena con vocación realista. Sorkin lanza mensajes de calado: “aceptar y respetar más de una idea”, ese puede ser el principio primero que nos distancia del integrismo. Aceptar más de una idea de España; aceptar más de una idea de Catalunya.

viernes, 14 de agosto de 2020

La tertúlia dels polítics.

Entre 2008 y 2019 fiché cada martes en la “Tertúlia dels Polítics”, el programa que emite la cadena COPE Lleida. Echen cuentas, participé en más de 400 programas de esa emisora. Por la calle Academia desfilaron decenas de políticos y políticas de Lleida para debatir en aquella mesa todo lo que el moderador o la moderadora tuvieron a bien proponer.  Con los años gané cierta pericia en el deporte de la dialéctica; sobretodo aprendiendo de los contertulios. Me gustaban especialmente Joan Miquel Ballesté, luchador infatigable de causas justas, y Ramon Farré, hoy delegado de gobierno de la Generalitat, con ambos coincidí un tiempo. Me gustaban por su temple y su aplomo a la hora de defender sin grietas sus argumentos.  En algún caso arrollaban con su exposición, pero buscaban no herir de muerte, siempre abrían una trampilla para respirar; siempre lanzaban un cabo. Sus intervenciones eran como pasos de elefante guiados por una convicción bien razonada, jamás llevados por el odio y el resentimiento, cosa que no todos los opinadores de hoy pueden afirmar de sí mismos sin echarse a reír.   

Varias temporadas de ese programa de radio vinieron moderadas por Sergi Tor. Sergi, cinéfilo y lector empedernido,  es para mí uno de los grandes periodistas leridanos junto a Joan Tort. Lo son precisamente por cuanto vengo explicando: por defender sus puntos de vista sin resentimientos ni odios personales. Aquello que se espera del militar honorable: intentar vencer (convencer) sin muertes. 

En Twitter o en algunas columnas de prensa el odio y el resentimiento cotizan a la alza.  Odiar es absurdo en cualquier circunstancia y lugar además de un malgasto de tiempo y energía; pero lo es más si cabe en una ciudad de 140.000 habitantes como la nuestra, donde por desgracia pululan sectores vinculados a la ultra “lo que sea” espoleados por su banda de perfiles falsos en Twitter y alguna plumilla afín, desatando sus complejos para ganar un mísero mando en plazuela. ¿Qué quieren que les diga? Ese comportamiento reptil es síntoma evidente de debilidad. 

Precisamente con Tor recordamos los debates a cara perro entre dos animales políticos como  Teresa Cunillera y José Ignacio Llorens.  Eran debates de altura y a degüello (las hostias iban que volaban); pero escuchen: sin odio (Llorens asistió a la toma de posesión de Cunillera como Delegada de Gobierno en Catalunya). Eran y son personas capaces de tomarse un café tras la batalla política como harían a buen seguro Farré y Ballesté, todos ellos sabedores que el respeto al adversario ¡no odiarle carajo! es siempre una victoria personal y diría más, es una victoria social. 

 

sábado, 8 de agosto de 2020

En defensa de la uniformidad.

Ayer viví uno de esos momentos que rozan la perfección. Me invitaron a una merienda cena en la terraza del ático de un apartamento en primera línea de mar de Cambrils, una de las colonias del imperio leridano. El clima era un aliado: calor nada sofocante y esa brisa marina que no disgusta a nadie. La compañía era de esas compatibles con la intimidad, esas compañías que son una prolongación de ti mismo. La anfitriona, ejecutiva en una importante compañía cuya red comercial se extiende por todo el mundo, explicaba el reto que ha supuesto para ellos adaptarse al mosaico de cambios normativos que la pandemia ha ido suponiendo de un día para otro no solo en los países, también en las regiones de esos países y también en las ciudades de esas regiones.  Para algunos países no ha habido pandemia, por ejemplo, en Bielorrusia, allí han convivido con el virus sin cambios asumiendo sus consecuencias. En Egipto las medidas que afectaban comercios duraron una semana.  Aquí en España ya saben cómo va, está variando por ciudades, comarcas e incluso algún caso por barrios. En Alemania ha ido por Länders. Las administraciones han echado horas reglamentando medidas ad hoc cuando tal vez la uniformidad sería más útil.  Sé que los principios “uniformidad” y “unidad” pueden sonar anacrónicos; que muchas personas relacionan a la ligera variedad, descentralización, o autonomía con modernidad y progreso, y no es así en todos los casos.  En beneficio de la economía, es importante que el mundo “civilizado” (no sé bien qué entender por civilizado) tienda a uniformizarse en derechos humanos, en política fiscal; en normativa comercial y en respuestas a pandemias (sobre todo en países fronterizos). Debe haber uniformidad nacional e internacional en aspectos esenciales por aquello de la seguridad jurídica -palanca del progreso- y la igualdad, aspectos importantes para cumplir los objetivos del "mundo mejor" que deseamos para nuestros hijos. Lo sé, el mensaje puede resultar infantil pero, ¿acaso hay otro mensaje?  

domingo, 2 de agosto de 2020

Bloquee, es bueno para su salud.

Twitter tiene una faceta genial: la información se obtiene de fuentes de primera mano. Todos tenemos acceso al tweet de un alcalde o de un presidente de CCAA. También es un instrumento muy útil si sabes gestionar listas, organizándotelas para obtener información de lo que te interesa en poco tiempo.  Pero hay un “Deep Twitter”, hay cloacas, ciénagas virtuales donde seres miserables se camuflan con la única finalidad de herir personas. Son los rasgos habituales del maltrato, aprovecharse de la superioridad que da el anonimato y la intimidad de un escondite para maltratar personas. Un consejo: bloqueen. Bloqueen indiscriminadamente maltratadores de Twitter como si fuera un videojuego de marcianitos donde ganas cuantos más bloqueas. Bloquear es sano y es de sentido común.  

En 1995 Barack Obama escribe “Los sueños de mi padre”, una autobiografía publicada en español en 2010. El 44 presidente de los Estados Unidos de América explica en el capítulo tercero sus años de estudiante y su faceta de “yonqui” y “porrero” de aquella época; “también una rayita de coca cuando podías permitírtela”. Barack Obama, el político a quien todo el mundo quería parecerse en Europa, se sinceraba así catorce años antes de entrar en la Casa Blanca. Eso es una tontería, dirán. A un presidente de los EUA se le juzga por cosas más trascendentes.  No puedo estar más de acuerdo con ustedes.  Pero, ¿se imaginan la reacción de la ciénaga tuitera hoy ante una confesión así hecha por un político local? Hoy el “Deep Twitter” es una jungla revisionista de la ética y la moral con aire inquisitorial. En muchos casos un sabio señala la luna y el tonto mira el dedo y lo tuitea creyéndose que ha descubierto un Watergate.  Los trols anónimos juzgan y sentencian categóricamente detalles secundarios, intimidades irrelevantes y las elevan a la categoría de ofensa nacional. Y eso, además de un retroceso, es un festival de la estupidez.


sábado, 25 de julio de 2020

La quincena del sofoco.

Permitidme una obviedad: la segunda quincena de julio Lleida ha sido siempre una sartén a fuego lento. Es un calor que seca la calle, que seca la vida.  Nos salvaban las noches en las terrazas y esos breves respiros que dan los amaneceres. Ha sido siempre una pesadez razonablemente bien llevada, soportada estoicamente por un aguante característico de los leridanos.   Pero esta segunda quincena de julio de 2020 el destino está apretando las tuercas; está doblando los materiales que cohesionan la sociedad llevándolos al límite de la rotura. Al habitual calor infernal se añade un confinamiento que está secando la economía y lo más grave, está secando la ilusión: calles aún más desiertas, terrazas desmontadas, persianas bajadas con tristeza y resignación; familias preocupadas por su salud y por su economía. Yo, tras una coraza de buen humor, estoy desconcertado; a ratos asustado y creo que no soy el único. 

¿Cómo saldremos de esta? Creo que ahora las certezas son directamente proporcionales a la ignorancia y la desinformación. Todos somos maestros en tauromaquia desde el tendido o técnicos de fútbol desde la grada, pero cuidado, baja ahí a gestionar la que está cayendo. Salta tú a la arena, con tu nombre y apellidos,  y ponte delante de este Miura que enviste teorías epidemiológicas, previsiones hospitalarias y todo lo que se le ponga por delante. Por eso hay que dar un voto de confianza a las personas que toman decisiones, porque es duro y difícil tomarlas. Además, tened presente que un proceso científico exitoso es a menudo una sucesión de fallos. 

Ahora bien, esta confianza democrática no es un cheque en blanco que se entrega con la mejor de las sonrisas a cambio de un golpecito en la espalda.  Necesitamos como mínimo transparencia, autocrítica y fuertes dosis de humildad. El presidente de la Generalitat ha estado cuatro meses en el tendido sombra rajando del Estado de Alarma, votándolo en contra y criticando las medidas de Moncloa. Ha estado pregonando esa tesis “tan ufana i tan superba” en virtud de la cual ese Miura lo ventilaba él con cuatro verónicas y un salto de la rana; y cuando le ha tocado bajar al ruedo (maldito momento), el toro le ha dado de hostias hasta decir basta. Ha sido tal revolcón, que hasta los más adeptos al régimen se han quedado sin argumentos en una clara muestra de sensatez, por cierto. ¿Recetas contra el sofoco? Yo tengo entre pocas y ninguna, pero creo que con tres ingredientes sencillos: “humildad”, “autocrítica” y “transparencia” aun podremos sacar algo de la sartén. 

 


domingo, 19 de julio de 2020

Diga Lleida. Es fácil, Lleida.

En 1987 se restablecieron las comarcas en Catalunya. No se reprodujeron exactamente las ordenadas en el 36, se añadieron algunas y se modificaron los límites de otras.   En el nuevo reparto, las capitales de Catalunya se llevaron el gordo.  Barcelona mantuvo su marca con “Barcelonés”, Girona ganó su “Gironés”, Tarragona rascó un “Tarragonés” y Lleida, capital de la Catalunya interior, piedra angular de la época gloriosa de la Corona de Aragón, ciudad donde residen Rafa Elias y quien intenta escribir algo cuerdo en este post, se camufló en un romántico “Segriá”, como si no tuviéramos suficiente con la capa de niebla que nos esconde cada invierno.

 Rondaba el año 2007 y Joaquim Nadal, a la sazón Conseller de Política Territorial (al tanto con el título: política te-rri-to-rial) tenía que bautizar los nuevos planes urbanísticos.  Barcelona tuvo su “Pla Territorial de Barcelona”, ¿Tarragona y Girona? pues también los suyos con sus nombres, ¡que son capitales oiga! Eran ambiciosas planificaciones que sobrepasaban el ámbito estrictamente municipal. Había que bautizar el de Lleida. Collons, què fem? Posa-hi “Pla de Ponent”. Otra vez obviar la palabra tabú, la palabra porno: Lleida.  Menos mal que esos días el alcalde Ros envió, en la fase de alegaciones, una carta al conseller pidiéndole que incluyera la identidad “Lleida” en el título del Plan. El establishment, después de abanicarse el sofoco que le debió producir la extraña petición venida del lejano oeste, añadió al título la coletilla: “…de les Terres de Lleida”. Nadal, hecha la ampliación, se justificó diciendo que “el nom no fa la cosa”, pruebe entonces bautizar “Pla Territorial de Llevant” una actuación urbanística metropolitana en Barcelona y verá si el nom no fa la cosa.   

Lleida cae lejos. En la mentalidad del gobierno y de los compatriotas de Llevant hay más kilómetros de Barcelona a Lleida que de Lleida a Barcelona; son kilómetros mentales. No vengo a llorar. No voy de cenicienta ni de víctima. Pero a veces hay que hacer como el alcalde Siurana, plantarse delante de las obras del AVE -de poco no se ata a las vías el bueno de Antonio- para que el tren entrara en la estación de Lleida (perdón, Lleida-Pirineus, no vaya a ser que pequemos de demasiado protagonismo). 

Con los planes COVID me da la impresión que ha pasado un poco lo de siempre, esa sutil inercia política a obviar los intereses de Lleida que se resume en la sabia consigna, ya antológica, de la tieta Mari Carme de Massalcoreig: “si tinguessem platje no mos haurien tancat”.  Somos una capital de Catalunya y lo somos por historia, por voluntad y por necesidad geopolítica de todo el país. Poca coña ya.  

 

 

 

 


domingo, 5 de julio de 2020

1, 2, 3 ¡Confínense!

Ayer sábado 4 de julio, a eso del mediodía, muchos leridanos repartidos por la costa, la plana, Aragón o el Pirineo vivimos una frenética situación que me aventuro a sintetizar así:

Sobre las 12.00h conocemos un comunicado sorpresa del gobierno de la Generalitat que dice (sic): “A partir de les 16.00 hores del dia 4 de juliol quedarà prohibida tota sortida o entrada a la comarca del Segrià”. Saltan todas las alarmas familiares, ¡niños salid del agua! ¡Cariño recoge la sombrilla! ¿Qué nos cierran? ¡Qué nos cierran coño!

Comienzan a hervir los grupos de Whatsapp con opiniones de todo tipo. Ya saben que en este país todos somos expertos en leyes, medicina, fútbol y ahora epidemiología.  Llamamos a nuestro amigo Mosso; a nuestra amiga que está en política; a nuestro familiar que trabaja en el Arnau… ¿qué hacemos? ¿Volvemos?

A mí me pilló en un pueblo del Pirineo catalán. Vi gente corriendo, literalmente corriendo hacia el coche maletas en mano. ¡Corre! ¡Que nos quedamos fuera! El whatsapp seguía lanzando interpretaciones de todo tipo sobre el comunicado gubernamental. Las opiniones más cercanas al sentido común daban por hecho que los leridanos que volvieran a casa a partir de las 16.00 horas o en fechas posteriores no se iban a quedar en el limbo a lo Tom Hanks en “La Terminal”, sin patria de acogida, sin embargo, atendiendo a la literalidad del texto nada era concluyente.   

 A las pocas horas del “comunicado estampida” habló Buch a lo Fernando Simón con palabras que caían como agua fresca en el secano. Buch aclaró: “qui estigui empadronat al Segrià no tindrà cap problema per tornar a casa”. Keep Calm. Se apaga la música Heavy Metal y suena el ChillOut. Deshaz la maleta.  Planta la sombrilla. Niño vete a bañar y no des el coñazo. Coge los bastones que subimos a Aigüestortes.  Todo ha sido un…no sé cómo clasificarlo.

Dicho esto, y citando a Josep Pla en una entrevista que circula estos días por Twitter: "en democracia todos debemos cumplir lo que dicta el Estado". Los gobiernos están dando lo mejor de sí para acabar con el bicho. No nos queda otra que respetar las medidas sanitarias y apoyarlos.  No hay otra. 


sábado, 27 de junio de 2020

La paz del valle.

Sábado 27 de junio de 2020.

6.30 a.m.

 No puedo dormir más aunque quiera –cosas de la edad o de una vida ordenada-.  Saco a pasear a Coco, un Bichón Maltés un tanto empanado que he adoptado por amor a su dueña, tal vez me pasee él a mí. No sé. Salimos a la quietud de la calle principal de Taüll. Coco no es un perro dado a largos paseos ni a excesos de actividad, no por su edad, tiene seis años,  es sencillamente un perrito empanado. Coco anda a tientas por el pavimento empedrado, desperezándose; en nada estamos frente la iglesia de Sant Climent, patrimonio de la humanidad desde el año 2000 junto al resto de sus hermanas románicas del valle. “Patrimonio de la Humanidad”, curiosa distinción, teóricamente el mundo protege este patrimonio, pero, bien pensado, son patrimonios como este los que salvan al mundo de sus miserias; los que mantienen nuestra condición de persona.  Sant Climent es majestuosa en su sencillez.  Por su ubicación a pie de carretera, Sant Climent no ofrece el recogimiento de Santa María, su vecina de barrio y compañera de promoción. María se esconde más alto, en la plaza.

 Aquí y ahora, aturdido por la calurosa paz del momento, Climent se me antoja un amigo íntimo, un cómplice en la soledad del instante, un protector. Coco da pasos lentos y cortos por la yerba que rodea la iglesia; por sus movimientos parece más una vaca Bruna pastando ajena a pandemias mediáticas que un Bichón faldero. Solo le falta masticar la yerba; esta alfombra de yerba salvaje de un verde viento patrimonio del poeta.  Hay un pequeño cementerio ajardinado justo a nuestro lado, cercado por un muro bajo de piedras históricas, ¡qué magnifico lugar para que la tierra sea leve! Respiro esta paz inexplicable de los amaneceres de verano en el Pirineo. Este aire que nace en el silencio. 

Tomo de nuevo la calle empedrada, a paso lento. El valle duerme su último sueño. Coco me sigue indeciso. Son estos momentos mágicos, patrimonio de las personas, los que nos están salvando

jueves, 4 de junio de 2020

El trayecto.


Puede decirse que soy ciclista. Tengo tres bicicletas que monto asiduamente: una BTT rígida, Scott, cuadro de carbono, amortiguadores Fox, para hacer el indio por el monte y recorrer campos; una Felt de carretera, también de carbono, que corre que se las pela y una de postureo -ver foto-. Esta última es la que utilizo diariamente para ir al trabajo si la climatología no es amazónica; se trata de una Gibson de los años 60 o 70 que restauré (hoy solo queda el cuadro) y dejé de lo más Hípster. Lleva montado un solo plato y un único piñón, pero no fixie; no quiero estamparme bajando la calle Cavallers.  
Para mí, la bicicleta es la evolución de la movilidad urbana. Lo deseable sería que todo el mundo se desplazara al trabajo en bicicleta -las ventajas para el medio ambiente y la propia salud son conocidas-, pero soy consciente de que no todo el mundo puede hacerlo, bien por limitaciones físicas, bien porque la distancia o el trayecto lo dificultan. La distancia es insalvable, pero el trayecto no. Ahí está el reto: diseñar buenos trayectos interurbanos para bicicleta. El instrumento básico es una red de carriles bici y, lo más importante:  usar la red coño, usarla. ¿Por qué escribo así? Porque en Lleida tenemos carriles bici maravillosos, por ejemplo los de Rambla de Aragón o Avenida Catalunya  que parecen autovías, y me cabrea ver habitualmente grupetas de ciclistas bajando por la calzada o la acera pasando olímpicamente del carril bici. Cuesta que una administración implante carriles para bicicletas. Cuesta mucho que la sociedad los encaje en su esquema mental de movilidad. Por eso es muy importante que los usuarios de bicicleta, lo seamos por ocio o por mera elección de desplazamiento, usemos con espíritu activista los carriles bici cuando los haya. Joder. 

viernes, 1 de mayo de 2020

El Puntazo Open Air (Amigos II)


Finales de mayo en Lleida. Son casi las 5 de la tarde del sábado. Hace calor, pero es un calor cómodo. En la Colla El Puntazo estamos acabando de comer. Algunos peñistas circulan entre las mesas de madera arrastrando bolsas de basura industriales recogiendo platos de plástico, cubiertos y cascaras de caracoles.  Hago una señal a Roger que él interpreta sin problemas; es hora de ir a su casa a buscar la controladora y los cañones de confeti. Pep, que no pierde una, se apunta con nosotros. Al volver las mesas y las sillas ya han sido apiladas en un lateral de la peña. La peña es un rectángulo perfecto: en la esquina de la izquierda según entras están las brasas y la cocina. Al fondo a la derecha está la caseta y la esquina izquierda del fondo es donde ponemos una plataforma de un palmo de altura con la controladora del DJ. Pep y yo dejamos otra de esas plataformas en el centro de la pista para que puedan cumplir su promesa los que pretenden darlo todo este Aplec.  Roger y yo enchufamos cables que serpentean entre charcos de cerveza y hacemos la primera prueba: “¿se oye?”, “sí, se oye”. Battaner me mira con cara Fiordaliso.  Edu Palau hace aspavientos al final de la peña en plan: “¡dale ya hombre!”. Miranda arquea las cejas detrás de sus eternas gafas de sol. Falta Ares, que este año me ha vuelto a amenazar: “como empieces sin mí te mato”. Estoy nervioso. Si un DJ familiar como yo dice que está tranquilo antes de pinchar el primer tema miente como un bellaco. Olga ya está bailando sin música. Todos tienen claro su papel: Angels y Fani, concentradas, se saben parte del espectáculo. Miquel y Germà me miran con cara de “la que se va a liar” y Pep ya se está poniendo demasiado nervioso. Pasadas las 5 de la tarde la Colla El Puntazo ya no es del todo azul y rosa; colores de otras peñas se van mezclando sin prisa, pero sin pausa. Sebas me señala con el dedo. Elijo el primer tema: Opus de Eric Prydz, y lo dejo listo para salir, la primera en la frente. Un grupo de niños viene a pedirme la canción de reggaetón del verano. No respondo en consecuencia porque me caerían dos años de cárcel. Doy al play. Suenan a toda castaña los primeros compases del Opus. Los peñistas, caña de San Miguel en mano, empiezan a seguirlos con leves balanceos de cuerpo y cabeza. La peña sigue llenándose, algunos saben a lo que vienen, otros pasaban por aquí. Pep se pone a mi lado encantado de su último juguetito: una pistola de CO2.  House está, pero no está. Llega Ares. Avanzan los compases del Opus cada punto más intenso que el anterior; cada punto más emocionante. La gente comienza a levantar los brazos, sobre todo los que conocen bien el Opus.   Subo el volumen cuando el tema alcanza el clímax. Dos bombos. Bocinazo. Comienzan los saltos. Suelto el humo de la máquina que está encima de la caseta, al unísono Pep lanza el chorro de CO2 y Roger dispara un cañón que invade de confeti dorado el aire de la peña: Hierven los saltos y vuelan los brazos.  Comienza la Open Air.

sábado, 25 de abril de 2020

Amigos (I)


El 4 de noviembre de 2008 empecé a escribir este blog. ¿Cuáles son los motivos que mueven alguien a escribir? No tengo ni puta idea. En mi caso es ahora una terapia de confinamiento; una cocina de ideas para poderlas digerir -que no es poco- y luego intentar explicarlas.  No sé con seguridad cuanta gente lee este blog, pero sí puedo afirmar que lo hacen varios de mis buenos amigos.  Que lean a uno es una muestra de cariño y de respeto que siempre agradeceré.  A todos ellos voy a dedicar este post, porque el saberte querido y el poder querer son balones de oxígeno en estos días de ahogo. Empiezo con mi amiga Ares: una novia que me eché allá por 1988. Fue un fogonazo de adolescencia. Recuerdo el primer beso en el Biaix (apunte para avanzados). Ya sabéis, fue una de esas relaciones hormonadas, intensas, que se van tal como llegan sin avisar y sin meditar. Luego mantuvimos una buena amistad. Estudiamos juntos la carrera de derecho en Lleida; cuando digo juntos me refiero a compartir pupitre en muchas clases. Luego compartimos las dudas e incertidumbres de los inicios de nuestras carreras profesionales. Yo ejercía la abogacía en un despacho en Francesc Macià y ella por aquel entonces lo mismo en otro en la Rambla Ferran. Mientras, cada uno de nosotros vivíamos nuestras vidas con nuestros aciertos y errores.  El 13 de abril de 2015, fecha de su cumpleaños, subimos los 238 escalones del campanario de la Catedral de la Seu Vella. Una vez arriba, en el techo de nuestro mundo, repasé todo esto que os cuento y con la ciudad que tanto nos ha dado como testigo le pedí que se casara conmigo. Hoy es mi mujer y yo su marido: la mejor compañera de lucha que podría soñar.

Precisamente allá por el 88 mis padres me enviaron interno a un colegio de Jaca: el Seminario Diocesano, ahí es nada. Padre Nuestro y Ave María en latín antes de la clase de latín y padre nuestro en griego antes de las clases de griego; no es coña.  Vivía en la Residencia del Sagrado Corazón de María. Yo entré el primer año que admitían chicos (la residencia era femenina hasta la fecha). Allí se hospedaban, aparte de estudiantes internos como yo, alumnos de la zona para los que era un inconveniente desplazarse a diario por aquellas carreteras para ir al instituto. También vivía allí ese año el equipo nacional de esquí juvenil. Así pasé dos cursos: 2º y 3º de BUP. Fue cojonudo: parte de la gimnasia escolar era hockey sobre hielo y con el carné del club de estudiantes de los Escolapios de Jaca -costaba 1.500 pesetas-  esquiábamos toda la temporada en Astún. Esos años dejaron vivencias que ahora recuerdo como un sueño.  Hoy mantengo un grupo de whatsapp con los amigos de esa etapa y sé de otros por Facebook. Uno de ellos, Pedro, ha superado el COVID19, me alegro por ti Perima. Nos ha enviado al grupo fotos desde el hospital "los peores tres días de mi vida" nos cuenta.   La amistad no entiende de distancias ni de tiempos ni de confinamientos. Aquí entra en escena Javi, testigo de mi vida. Javi y yo ya éramos grandes amigos en Lleida antes de estudiar juntos en Jaca, pero aquel curso en la Jacetania nos unió más si cabe. Luego él se fue a Barcelona, después estuvo varios años en Londres buscándose la vida. Volvió a Barcelona, pero se le quedaba pequeña.  En un momento trascendental de su vida se fue de viaje a China con una mochila; sin billete de vuelta; sin rumbo ni programa. Dio todas las vueltas que pudo por Asia solo. Bueno, solo no, con su mochila y no sé qué guía trotamundos internacional que siempre me explica. Me encanta cuando relata aventuras de esos años, algunas le suplico que me las repita cada vez: Vietnam, Camboya, India, la China rural, Australia, Indonesia. Javi siempre dice: “Guillermo, ni te imaginas la de gente que viaja sola por el mundo. Nunca te sientes solo”. Javi fue a parar a Mae Sot (Tailandia, frontera con Birmania) y allí echó raíces. Hoy preside una ONG que educa niños birmanos refugiados. Gestiona varios colegios. Creo que el último dato que me dio era 500 niños refugiados en sus colegios. Y es que el bueno de Javi nació para ser bueno. Es una de esas personas que brilla porque consigue que su entorno brille. Tengo mucha suerte de que sea mi amigo.  

Y qué decir de Ana. Mi alma gemela. Compañera de vida, de tragedias y sobre todo de risas. También compartimos los años de derecho en la UdL, pero con ella di un salto al Mediterráneo. En 1999 nos fuimos juntos de Erasmus a Bari, con Meri, otra amiga. Tenemos muchas historias de carcajada angustiosa, pero también alguna otra de perfil inquietante. Del segundo tipo me quedo con esta:  La Università degli Studi di Bari estaba plagada de mensajes y fotos sobre la cuestión vasca de la época. A los pocos días de llegar nos entrevistamos con nuestro profesor de historia moderna. En su despacho tenía varias fotos sobre la "lucha armada" vasca. Entre ellas destacaba un cuadro grande con las fotos de Lasa y Zabala y un texto que rezaba: "I suoi assassini adesso sono al governo". El profesor se interesó mucho por nuestra opinión sobre el conflicto vasco y recordaré siempre su cara de asombro cuando le dijimos que Herri Batasuna sacaba no más del 11% de los votos en Euskadi. Él, y con él deduzco que mucha gente autorizada, creía que era una "lucha armada" general.  En Bari nos pilló de pleno la Guerra de Kosovo. Veíamos en el horizonte los destellos de los bombardeos continuos de las fuerzas de la OTAN contra objetivos yugoslavos. Cerraron el aeropuerto, que quedó reservado a vuelos militares. Las tropas aliadas ocuparon también el puerto de Bari. Sobre esta película escribí en abril de 2017, os dejo aquí el enlace.  
Ana, aparte de una brillante abogada, es vida. Ana es risas sin medida y sin criterio, que son las buenas risas. Siempre le agradeceré que mate por mí. Que siempre tenga la palabra apropiada para ayudarme. Que me quiera tanto desde la distancia como yo la quiero a ella.

Reservo un post para German y Edu, Víctor, Sergi, Gerard, Miquel, Jose, Jordi, Ori y Carlos.  En estos días extraños que nos toca sufrir, no dejo de pensar en todos ellos. En lo que hemos vivido juntos y lo que nos queda por vivir. Si a ellos les va bien, a mí me va bien. Un millón de gracias por todo.





jueves, 2 de abril de 2020

Poco que decir.


El virus de la incertidumbre es insoportable. En dos semanas paso de relativizarlo a lavarme las manos compulsivamente; de ahí a encerrarme en casa y luego la incertidumbre. Y salgo de casa con amparo legal. Y presto suma atención a todo lo que toco. Agarro el volante del coche “¿y si está contaminado?” y conduzco. Y me pica la nariz pero “no te rasques, puede ser peligroso”. Y pienso “tal vez no lo coja”, y luego me viene a la cabeza el caso cercano de 44 años entubado que se debate entre la vida y la muerte. Y “no tenía patologías previas” como si alguien supiera qué patologías previas guarda frente a la incertidumbre. Bajo del coche y voy al despacho cruzando un desierto de soledad. Toco el pomo de la puerta y memorizo el contacto, “por lo menos parece que no afectará a mis hijos, pero mis padres, no, mis padres no”. Y tenta Schopenhauer con aquello de pasividad frente a la existencia y actuación en un círculo cerrado. Pero no, dependo de la comunidad y la comunidad depende de mí. Y  queda la esperanza, o sea los tuyos. El regazo de los tuyos. Y asumir que la sofocante incertidumbre se combate con esa misma esperanza en sanitarios y científicos. Vuelvo a casa con la sensación de dejar atrás una guerra. Me ducho a conciencia, “por hoy no creo que lo tenga”.  Abrazo la esperanza y a Ares. Y juro que jamás olvidaré lo que los sanitarios están haciendo por nosotros, “lo juro”.