Twitter tiene una faceta genial:
la información se obtiene de fuentes de primera mano. Todos tenemos acceso al
tweet de un alcalde o de un presidente de CCAA. También es un instrumento muy
útil si sabes gestionar listas, organizándotelas para obtener información de lo
que te interesa en poco tiempo. Pero hay
un “Deep Twitter”, hay cloacas,
ciénagas virtuales donde seres miserables se camuflan con la única finalidad de herir
personas. Son los rasgos habituales del maltrato, aprovecharse de la
superioridad que da el anonimato y la intimidad de un escondite para maltratar
personas. Un consejo: bloqueen. Bloqueen indiscriminadamente maltratadores de Twitter como si fuera un videojuego de marcianitos donde ganas
cuantos más bloqueas. Bloquear es sano y es de sentido común.
En 1995 Barack Obama escribe “Los
sueños de mi padre”, una autobiografía publicada en español en 2010. El 44
presidente de los Estados Unidos de América explica en el capítulo tercero sus
años de estudiante y su faceta de “yonqui” y “porrero” de aquella época; “también
una rayita de coca cuando podías permitírtela”. Barack Obama, el político a quien todo el mundo quería parecerse en Europa, se sinceraba así catorce años
antes de entrar en la Casa Blanca. Eso es una tontería, dirán. A un presidente
de los EUA se le juzga por cosas más trascendentes. No puedo estar más de acuerdo con ustedes. Pero, ¿se imaginan la reacción de la ciénaga
tuitera hoy ante una confesión así hecha por un político local? Hoy el “Deep Twitter” es una jungla revisionista
de la ética y la moral con aire inquisitorial. En muchos casos un sabio señala
la luna y el tonto mira el dedo y lo tuitea creyéndose que ha descubierto un Watergate. Los trols anónimos juzgan y sentencian categóricamente
detalles secundarios, intimidades irrelevantes y las elevan a la categoría de
ofensa nacional. Y eso, además de un retroceso, es un festival de la estupidez.