¡Feliz año! Nueva legislatura. De su primer acto me quedo con una anécdota: parece ser que
no cantar el himno de “Els Segadors” en el Parlament supone una falta de
decoro. No sé yo. Himnos los hay religiosos, deportivos, políticos, institucionales,
¿no? Son canciones a las que un colectivo les atribuye unos valores más allá de
las notas, la letra y la armonía. Pero ¿de
verdad alguien cree que no cantarlos supone una falta de respeto a esos valores?
En las misas de Montserrat no todos los fieles cantan el Virolai y no veo en ello una falta de respeto a Jacint Verdaguer ni a la Iglesia. Y, no sé,
en el Camps d’Esports tampoco veo toda la grada desgañitándose con la letra del himno. Lo que sí podría ser una falta de respeto, convendrán, es abuchearlo y
silbarlo. Sea el himno que sea. ¿Se imaginan
tres bancos del Monasterio de Montserrat silbando el Virolai en plena eucarística?
Pues eso. Y si me permiten un comentario jocoso, se podría hablar también de si
supone una falta de respeto destrozar un himno desafinando a mansalva; ese
cante que se confunde con el chillido del gato cuando le pisan la cola. Afear a alguien por no cantar un himno da grima,
es desazonador y retrotrae a otras épocas de mambo. Pero ya conocen el túnel
psicodélico en el que andamos metidos, donde cualquier ruido suena música celestial, siempre que lo canten los míos, claro.