sábado, 27 de junio de 2020

La paz del valle.

Sábado 27 de junio de 2020.

6.30 a.m.

 No puedo dormir más aunque quiera –cosas de la edad o de una vida ordenada-.  Saco a pasear a Coco, un Bichón Maltés un tanto empanado que he adoptado por amor a su dueña, tal vez me pasee él a mí. No sé. Salimos a la quietud de la calle principal de Taüll. Coco no es un perro dado a largos paseos ni a excesos de actividad, no por su edad, tiene seis años,  es sencillamente un perrito empanado. Coco anda a tientas por el pavimento empedrado, desperezándose; en nada estamos frente la iglesia de Sant Climent, patrimonio de la humanidad desde el año 2000 junto al resto de sus hermanas románicas del valle. “Patrimonio de la Humanidad”, curiosa distinción, teóricamente el mundo protege este patrimonio, pero, bien pensado, son patrimonios como este los que salvan al mundo de sus miserias; los que mantienen nuestra condición de persona.  Sant Climent es majestuosa en su sencillez.  Por su ubicación a pie de carretera, Sant Climent no ofrece el recogimiento de Santa María, su vecina de barrio y compañera de promoción. María se esconde más alto, en la plaza.

 Aquí y ahora, aturdido por la calurosa paz del momento, Climent se me antoja un amigo íntimo, un cómplice en la soledad del instante, un protector. Coco da pasos lentos y cortos por la yerba que rodea la iglesia; por sus movimientos parece más una vaca Bruna pastando ajena a pandemias mediáticas que un Bichón faldero. Solo le falta masticar la yerba; esta alfombra de yerba salvaje de un verde viento patrimonio del poeta.  Hay un pequeño cementerio ajardinado justo a nuestro lado, cercado por un muro bajo de piedras históricas, ¡qué magnifico lugar para que la tierra sea leve! Respiro esta paz inexplicable de los amaneceres de verano en el Pirineo. Este aire que nace en el silencio. 

Tomo de nuevo la calle empedrada, a paso lento. El valle duerme su último sueño. Coco me sigue indeciso. Son estos momentos mágicos, patrimonio de las personas, los que nos están salvando