viernes, 6 de noviembre de 2020

Systema clínico

Los viernes por la tarde había fiestas de institutos en la discoteca Systema. Sitúense, estamos en los años 80 y pico.  El trato era sencillo: los estudiantes acordaban con la dirección del local quedarse la recaudación de taquilla, o parte de ella, que iría a proyectos tipo viaje de fin de curso, la discoteca a cambio ingresaba lo de la barra. La entrada eran 300 pesetas ¿cuánto es eso hoy? ¿Dos euros? Con quinientas pesetas podías tener resuelta la tarde. Las fiestas más concurridas eran las del Gili i Gaya. En el local había reservados ¿cómo explicas a un chaval de hoy qué era eso sin resultar cómico?  Y había sesión de lentas donde echabas el órdago a la grande; triunfar o sufrir la espada fría del mal de amores de adolescencia, tan jodido, tan dramático. Allí hervían hormonadas emociones de juventud. A las 10:00 de la noche todo el mundo estaba en casa, empezaba el Un Dos Tres y era impensable perdérselo. Y mientras buscabas a Ruperta seguías pensando en la tarde: en el desengaño amoroso o en tus avances milimétricos en la conquista de esa chica o ese chico que te hacía perder el orgullo. El mundo era introspectivo, no podías desahogarte o ahogarte del todo en las redes sociales o el Whatsapp mientras seguías pendiente del destino de la pareja del Un Dos Tres; poco más había para elegir entre los tres canales de TV existentes. Leo en el Segre que el Systema será en breve una clínica privada; giros bestiales de la vida. Quién sabe si aquella pista de baile es hoy un quirófano o si en los reservados de la tensión adolescente hay hoy una sala de angustiosa espera de noticias médicas. Varios edificios de Lleida, como en todos lados supongo,  han hecho transformaciones que dejarían perpleja a la más avanzada de las Drag Queen: de discoteca emblemática a clínica; de cuartel del ejército a parque científico y carpa de copas. El chalet modernista de los Camps Elisis lo pisé como oficinas de la Fira San Miquel. El mismo despacho de la dirección de la Fira pasó a ser con los años un club de música techno que pisé a otro ritmo. Transformaciones radicales en la vida de las cosas. Me pregunto si las paredes tienen memoria. Si la energía de un lugar permanece de algún modo aun con el paso del tiempo. Hay culturas que sí lo creen; que algo siempre queda. Quién sabe.