jueves, 27 de abril de 2017

¿De quién es el tertuliano?

Demoledor alegato de Angels Barceló contra el veto de PODEMOS a Iñigo Errejon en la tertulia política Hora25 de la SER. Aquí les dejo el enlace (3’25’’) para que lo escuchen. En resumen: PODEMOS se carga a Iñigo de la tertulia -llevaba más de tres años participando- y exige a Barceló la incorporación de Irene Montero; lo que se conoce coloquialmente como un “trágala”. Angels Barceló se niega en banda  argumentando que su único objetivo es hacer un buen programa de radio y por ello elije el contenido e, importante, a los invitados.  Sigue Barceló que el Jefe de Comunicación de PODEMOS le dijo que, tras Vista Alegre II, Errejón ya no representa la posición dominante del partido.  Ella le responde que la SER no acepta imposiciones de ningún partido.
En Lleida prácticamente todas las radios locales, además de la televisión, organizan tertulias políticas. Es  habitual que los medios locales soliciten a los partidos su tertuliano sin cuestionarlo, y es poco habitual  que el medio exija un nombre concreto diferente al que designa el partido, como ocurre en este caso con Errejón.   ¿Quién debe decidir los nombres de estos tertulianos? ¿El medio o el partido?
Los partidos siempre envían (¿imponen?) personas que, teóricamente, representan en ese momento la posición de la mitad más uno de la organización; Irene Montero en el caso que hablamos.   Pero a  veces esos elegidos no cumplen las expectativas o las necesidades del medio, bien por discutibles aptitudes comunicativas, bien porque las circunstancias  personales del tertuliano no van con el espíritu del programa o su audiencia, en cuyo caso el medio debería descartar amablemente el tertuliano: 1-0 a favor del medio. Pero, por otro lado,  estarán conmigo en que la organización política tiene derecho a decidir quién habla públicamente en su nombre en cada momento. Es un principio general básico de representación: 1-1 empate.  

Soy consciente que el criterio puede variar en función de la titularidad del medio: pública o privada, y es determinante que nos encontremos o no en período electoral, pero en general la mejor solución, como en casi todo, nace del equilibrio; del consenso de  nombres para dar con la persona que mejor cubra las expectativas de la cadena y las de la ejecutiva de turno de la organización política, que debe velar por la coherencia del mensaje. Sin manías, con transparencia y sin "trágalas". De lo contrario pueden toparse con el “Efecto Barceló”: PODEMOS se queda sin  voz en la tertulia de Hora25.







viernes, 14 de abril de 2017

La guerra desde el burladero.

En el 99 pasé 6 meses (de enero a junio) de Erasmus en Bari (Italia), capital de la región de Apulia;  en el talón de la bota para entendernos. Es un puerto principal del Adriático además de Venecia y como verán en el mapa está muy cerca de la antigua Yugoslavia. Allí estudié derecho y viví con mis amigas Meritxell Miarnau y Anna Solé, la primera ejerce hoy de abogada en Lleida y la segunda en Andorra.  A los tres nos pilló de pleno la Guerra de Kosovo, concretamente, recordaran, los bombardeos continuos de las fuerzas de la OTAN contra objetivos yugoslavos entre el 24 de marzo y el 10 de junio de ese año. Cerraron el aeropuerto de Bari que fue “tomado” por la OTAN para operaciones militares.  Al puerto llegaron las fragatas de las tropas aliadas.  Tuvimos ocasión de visitar la española, con un par de situaciones cómicas que me reservo para otro post, pero estaban también la francesa, la inglesa creo recordar…todas. La llegada del portaviones  USS John F. Kennedy (CV-67) fue un espectáculo mayúsculo,  quintuplicaba en tamaño a todas las demás,  entendimos claramente por qué eran los dueños del mundo. Por la noche, nos apostábamos en el paseo marítimo Lungo Mare  con unas cervezas Peroni y un paquete de cigarrillos a ver los destellos de bombardeos en el horizonte.  Vimos cómodamente la guerra desde el burladero. Las tropas aliadas disparaban desde las fragatas los misiles de medio alcance iluminando la línea del horizonte como flashes de  cámaras fotográficas.  Aquellos días llamamos a Antonio Blanc, profesor de Derecho Comunitario de la UdL y responsable del programa Erasmus para consultarle qué hacíamos. No sabíamos si  los yugoslavos responderían con ataques hacia Europa o,  lo que sería peor para nosotros, si apuntarían hacia Bari. Había un sinfín de rumores en la calle y en el colegio mayor donde comíamos y cenábamos muchos días. Blanc nos respondió: “Estoy muy atento a los acontecimientos de momento estaros tranquilos, si se pone feo os llamo y os volvéis”.  Aparte de la inquietud generalizada y del cierre del aeropuerto, poco más nos afectó la guerra en nuestro día a día. Bueno sí: el tabaco de contrabando que fumábamos todos los universitarios –mucho más barato que el legal-  se encareció dado que los contrabandistas  debían sortear las fragatas o idear nuevas rutas.  Y esas noches en las que, jóvenes,  observábamos los bombardeos como si de una película de sobremesa se tratara me hacen reflexionar hoy, de nuevo, sobre la indiferencia con la que muchos observamos la masacre cuando nos sentimos resguardados y no nos toca de cerca. Cuando estamos en una fresca terraza del Lungo Mare de Bari o tirados en el sofá viendo en directo como Trump despliega su flota hacia Corea del Norte, o como se complica sin solución aparente el conflicto de Siria. Cambiamos de canal que empieza el Barça o, qué sé yo,  Sálvame de Tele5.