viernes, 14 de agosto de 2020

La tertúlia dels polítics.

Entre 2008 y 2019 fiché cada martes en la “Tertúlia dels Polítics”, el programa que emite la cadena COPE Lleida. Echen cuentas, participé en más de 400 programas de esa emisora. Por la calle Academia desfilaron decenas de políticos y políticas de Lleida para debatir en aquella mesa todo lo que el moderador o la moderadora tuvieron a bien proponer.  Con los años gané cierta pericia en el deporte de la dialéctica; sobretodo aprendiendo de los contertulios. Me gustaban especialmente Joan Miquel Ballesté, luchador infatigable de causas justas, y Ramon Farré, hoy delegado de gobierno de la Generalitat, con ambos coincidí un tiempo. Me gustaban por su temple y su aplomo a la hora de defender sin grietas sus argumentos.  En algún caso arrollaban con su exposición, pero buscaban no herir de muerte, siempre abrían una trampilla para respirar; siempre lanzaban un cabo. Sus intervenciones eran como pasos de elefante guiados por una convicción bien razonada, jamás llevados por el odio y el resentimiento, cosa que no todos los opinadores de hoy pueden afirmar de sí mismos sin echarse a reír.   

Varias temporadas de ese programa de radio vinieron moderadas por Sergi Tor. Sergi, cinéfilo y lector empedernido,  es para mí uno de los grandes periodistas leridanos junto a Joan Tort. Lo son precisamente por cuanto vengo explicando: por defender sus puntos de vista sin resentimientos ni odios personales. Aquello que se espera del militar honorable: intentar vencer (convencer) sin muertes. 

En Twitter o en algunas columnas de prensa el odio y el resentimiento cotizan a la alza.  Odiar es absurdo en cualquier circunstancia y lugar además de un malgasto de tiempo y energía; pero lo es más si cabe en una ciudad de 140.000 habitantes como la nuestra, donde por desgracia pululan sectores vinculados a la ultra “lo que sea” espoleados por su banda de perfiles falsos en Twitter y alguna plumilla afín, desatando sus complejos para ganar un mísero mando en plazuela. ¿Qué quieren que les diga? Ese comportamiento reptil es síntoma evidente de debilidad. 

Precisamente con Tor recordamos los debates a cara perro entre dos animales políticos como  Teresa Cunillera y José Ignacio Llorens.  Eran debates de altura y a degüello (las hostias iban que volaban); pero escuchen: sin odio (Llorens asistió a la toma de posesión de Cunillera como Delegada de Gobierno en Catalunya). Eran y son personas capaces de tomarse un café tras la batalla política como harían a buen seguro Farré y Ballesté, todos ellos sabedores que el respeto al adversario ¡no odiarle carajo! es siempre una victoria personal y diría más, es una victoria social.