La semana pasada tuve reunión de padres y madres en el colegio de mis
hijos; se nos citó en la clase. Lo primero que me llamó la atención fue la nueva disposición de los pupitres en forma rectangular. Con esta disposición se busca
facilitar la relación del grupo y fortalecer el trabajo en equipo de los niños. La reunión
iba del seguimiento del nuevo sistema pedagógico que desarrolla el centro. En síntesis, la tutora
explicó entusiasmada un sistema sin horarios (salvo inglés, educación física y
música que requieren especialistas) para adaptar los contenidos al funcionamiento
de cada grupo. Lejos quedarán las lecciones magistrales de horario cuadriculado, de 10
a 11, de 11 a 12, martes jueves y viernes, muchas de ellas ladrillos infumables. Ahora se enseña a analizar, a buscarse la vida en la búsqueda de
contenidos y a ponerlos en común; a debatir; a saber expresar las propias
opiniones y trabajar en equipo. El sistema me alucinó. Hoy el conocimiento está
todo en internet. No hace falta que el profesor dé la matraca con los reyes
godos. Los reyes godos y sus familias están todos en Google a un click. Hay que
trabajarlos. Nuestros hijos necesitan aprender a distinguir posverdad de
realidad. Manipulación de dato. Adoctrinamiento de explicación. A cribar la cascada de información que les
inunda por tierra mar y aire y a discernir qué es aprovechable y qué no. Si hay
un tsunami en Japón, en clase se tratará el tema de los tsunamis desde varios
ángulos: la meteorología, la geografía, la economía, y se sacan conclusiones. El niño tendrá instrumentos para analizar, esa semana, qué es un tsunami y relacionar sus conocimientos con el contexto mediático. Cuando yo hacía EGB te tragabas lo que decía el profesor y, como mucho, tirabas
del Libro Gordo de Petete. Si había un tsunami allá tú, esa mañana tocaba plástica y
matemáticas. Yo tenía la enciclopedia de mis padres y los libros que me regalaban; mis hijos, además, tienen Google. Lo que hoy describo, amigos, es todo lo contrario a adoctrinar. Es aprender a pensar, a no dar nada por indiscutible aunque lo jure un periodista de TV3. Que
cada alumno gane las aptitudes para extraer sus propias conclusiones y saberlas defender.