9 de mayo, el año es
indiferente. Día de Europa. Sitúense. Izada
de bandera en los mástiles de Blondel con la Novena de Beethoven de fondo. Solemnidad.
Llegados al Salón de Plenos de la Paeria el alcalde Ros ofrece un discurso a un
grupo de estudiantes que habían participado en los actos conmemorativos. Ros,
con su conocida vocación docente, aconseja a los chavales salir a Europa si se les presenta la
oportunidad de formarse o de realizar prácticas profesionales. Les insiste que no duden ni un segundo en aprovechar esa oportunidad, pero que luego vuelvan. Al día siguiente un diario local tituló: “Ros pide a
los jóvenes que se vayan de Lleida”. Esta
anécdota me sirve de excusa para reflejar dos lecturas de las cosas que emergen
en todos los debates de la vida local. Por
un lado la Lleida temerosa, cerrada, con la boina demasiado atornillada, un punto apática, y en frente, o de la mano si ustedes quieren, una Lleida ambiciosa, abierta,
innovadora que piensa en grande y se abre al mundo. Siempre que surge un debate de
ciudad afloran puntuales como el sol estos dos modelos alejados de ideologías y
preferencias políticas. Según el tema nos posicionamos en uno o en otro lugar. Así está ocurriendo con el modelo comercial y en especial con un proyecto tan positivo
como “Torre Salses” en la SUR 42. Se trata de un filón para el
desarrollo económico y urbanístico de Lleida. La operación incluye un vial que conectará la Bordeta y Mangraners con el centro. Una infraestructura estratégica para la movilidad y la cohesión urbana que costará 0,0€ al Ayuntamiento. A las ciudades se les presentan oportunidades al vuelo que marcan su vida y su historia. Como a un chaval la oportunidad de estudiar en Europa. ¿Qué hacemos? ¿Nos atornillamos la boina?