jueves, 15 de junio de 2017

Participación: Leyenda urbana.

Perdónenme la vehemencia: no se participa porque la ciudadanía no quiere participar.   Y no participa, opino, porque para decidir y ejecutar proyectos de ciudad ya están las administraciones con sus centros de decisión política formados por representantes elegidos por el pueblo en votación libre, directa y secreta.  
En las reuniones para que participe la ciudadanía son fijos los históricos presidentes de las asociaciones de vecinos más alguien de su junta. Unas asociaciones cuyas asambleas no son especialmente numerosas. Los presidentes andan quejosos de las dificultades para rejuvenecer las juntas directivas y para asociar gente, y lo justifican,  miren por donde, con la falta de participación. En estas reuniones periódicas también fichan sin falta técnicos municipales para ofrecer la información de primera mano y el concejal o la concejala de turno, pero vecinos stricto sensu pocos, con inquietante tendencia a ninguno.  Da igual que la reunión vaya del destino de la plaza que tenemos delante del portal, seamos sinceros, a la mayoría no le interesa participar en estas reuniones, ni en asociaciones, ni en partidos, ni en sindicatos ni en plataformas. 
La autodenominada “nueva política”, presentada como agua de mayo para la sequía de representación, no ha conseguido ni de lejos indicadores de éxito razonables. Por no participar no participan ni sus afiliados en su propias consultas. Según escribe Carles Castro en La Vanguardia “Las cifras de participación en las consultas de las formaciones más recientes quedan muy por debajo de las de los partidos tradicionales” e ilustra la afirmación con estas gráficas:
Fuente: Carles Castro, La Vanguardia


Fíjense como en PODEMOS participó tan solo el 28% en la elección del secretario general, y eso que Vista Alegre 2 venía con verbena. En esta línea, esta semana he seguido en Twitter las reuniones de la CRIDA-CUP (2 años de mandato) y del COMU, partidos que dicen abanderar una ciudadanía ávida de participar en la res publica. En las fotos que difunden los propios partidos a través de sus cuentas oficiales aparecen unas 15 personas, contadas generosamente.  Algo parecido ocurre con una plataforma de vecinos creada ad hoc para un tema concreto de mi actual barrio. Observando las fotos publicadas en los medios de comunicación, compruebo como a las reuniones de esta plataforma asisten, por un lado, concejales de la oposición quienes, habiendo perdido su propuesta en la vía democrática (el Pleno), persiguen una suerte de segunda vuelta. Por otro lado acuden "forasteros" simpatizantes de partidos de la oposición , con lo que nos quedan, a ojo, unos 15 vecinos "auténticos".

 En todos estos casos las 15 opiniones son importantes,  deben ser escuchadas y tenidas en cuenta, pero su criterio no es más democrático que un acuerdo del Pleno municipal en el marco de sus competencias.  

No insistiré por obvio  en que el ciudadano debe tener a su alcance vías de participación y de acceso a la información. Ya lo puede hacer por los cauces administrativos ordinarios y valiéndose de varios mecanismos abiertos aprovechando las ¿nuevas? tecnologías.  Pero cuando un proyecto de ciudad técnicamente ajustado a las normas es aprobado por la mayoría absoluta de un Pleno se convierte en un proyecto indiscutiblemente democrático. Tras ello, tal vez no haya que hacer prospecciones arqueológicas en busca de la participación perdida, porque tal vez la evolución de la política y de la sociedad en los últimos años ha superado la llamada "crisis de representación". Esa evolución ha legitimado más las instituciones públicas. Tal vez.