lunes, 9 de marzo de 2015

La fuerza de un partido.

En mayo de 2011 colgué aquí un post titulado #acampadalleida. Ese artículo quería ser una reflexión sobre la importancia de organizarse para conseguir una finalidad política. Decía que los movimientos de #acampada estaban condenados al fracaso si no se articulaban como partidos políticos al uso, actuando como un virus informático infiltrado en el sistema para cambiarlo desde dentro. La militancia política exige organización de voluntades en torno a objetivos comunes. Sino fracasa. Que le pregunten a PODEMOS cómo se puede trasformar mejor la sociedad; si acampados en una plaza, o estructurados en órganos deliberativos y ejecutivos dirigidos por un ‘alto mando’. Dicho de otra manera, no se engañen, organizados como un partido tradicional. La Iglesia ha durado 2000 años como organización entre otras cosas por respetar liturgia y jerarquía. El PSC y el PSOE son grandes partidos porque sus miembros respetamos la organización; que es como decir que respetamos los liderazgos surgidos de los procesos democráticos, se llame Pedro Sanchez, Àngel Ros o Pere Navarro. Respetamos las decisiones tomadas por los órganos competentes, por ejemplo aquella famosa del Consell Nacional de votar no a la consulta secesionista.
Muchas veces esos apoyos exigen sacrificios, pero el interés del conjunto ha de estar por encima de nuestro interés particular. Si los acuerdos democráticos de la organización nos suponen un trauma existencial, siempre podemos abandonar el partido. Nadie está atado a la mesa, eso puede pasar en la habitación roja de 50 Sombras de Grey, pero no en las del PSC.

En coherencia con este planteamiento, en octubre de 2012 escribí “Candidats al Parlament de Catalunya” donde opinaba que todos los y las militantes del partido tienen que aceptar con dignidad las buenas y las malas noticias respecto a sus aspiraciones personales. Todos tenemos la obligación de ser ambiciosos o ambiciosas y postularnos para todos aquellos proyectos que nos ilusionen. Pero del mismo modo que tenemos esa obligación de ser ambiciosos, nos acompaña la máxima de aceptar con dignidad y respeto al partido las frustraciones de nuestras expectativas, siempre que esas frustraciones, obviamente, vengan justificadas por argumentos transparentes y democráticos.

La fuerza del partido es su unidad, es decir, el respeto a su organización.Y como he dicho otras veces en este blog, ‘la unidad del partido se defiende íntegramente, no en porciones’ .En su dia, este principio exigía mantener la unidad en torno a Pere Navarro como candidato a la Generalitat de Catalunya y Primer Secretario y luego en torno a Miquel Iceta. Hoy, para encarar las elecciones municipales estamos con Àngel Ros, el candidato surgido de un proceso de primarias democrático y por tanto, la mejor garantía para revalidar la mayoría absoluta en el Ayuntamiento de Lleida.