martes, 5 de agosto de 2014

Pujol. Lecciones de la historia.

El batacazo emocional provocado por el caso Pujol en el sector hooligan convergente ha sido descomunal. Y no es para mí motivo de alegría, pero sí una lección brutal de humildad. Por que, hablemos claro: en Catalunya los ideólogos de Convergencia -Pujol y su escuela- llevaban 23 años alardeando de la superioridad moral y ética que les otorgaba su particular visión de Catalunya. Dividian la sociedad entre aquellos que comulgaban con los valores sagrados del ‘Pujolisme’ y los que no. Unos valores sustentados por tres pilares: La defensa de la lengua, costumbres y cultura catalanas a ultranza; el valor del esfuerzo en el trabajo como distintivo del buen catalán; y, cuidado! el pilar económico, esa obsesión por controlar los impuestos del pueblo catalán, en principio, decían, frente a ese agente extraño y ‘ladrón’ que era Estado español.
Pujol siempre defendió esa suerte de soberanismo fiscal, hoy sabemos qué interés subyacía en esa defensa. ¿Recuerdan? “la clau de la caixa”; “lo millor és cobrar nosaltres els nostres impostos” por que, afirmaban con vehemencia, “així es queden a Catalunya” y no serian "espoliats" por Extremadura o Andalucía (comunidades llenas de vagos según el manual convergente). ¡Esa era su idea fuerza! Hoy se ha destapado que el destino real de los impuestos de la primera familia de CDC eran Andorra y Suiza, y no las escuelas ni la sanidad catalanas.
La trama de ‘Els Pujol’ torpedea el pilar económico del castillo ético moral convergente. La ideología era humo. No queda nada. Se ha descubierto el truco y el pastel. Los Reyes Magos son los padres. Tras el terremoto, deviene tragicómico ver en YouTube a Pilar Rahola, histriónica, desgañitada acusando a los poderes del Estado de maniobrar ilícitamente contra Pujol y Mas. Es esperpéntico ver el vídeo de Pujol acusando de ‘maniobras indignas’ al Estado español desde el balcón de la Plaza Sant Jaume en el 84.
Estamos frente al mayor escándalo de corrupción de la historia moderna de Catalunya y el argumento de que “todos lo hacen” es una ofensa a la dignidad de las personas y a su inteligencia.

Convergencia ha tenido siempre un problema que se llama 3%. Eso lo sabia la mitad de Catalunya y la otra mitad no lo quería ver. Pero ahora tiene un marrón mucho más gordo si cabe, y es la nueva política catalana, esa bola de sentimientos empujada por una sociedad que, aunque dividida entre secesionismo y federalismo, tiene en el corazón un elemento común: deseos radicales de regeneración democrática y pasión por enterrar las prácticas políticas turbias del pasado reciente; caiga quién caiga.