miércoles, 2 de enero de 2013

Lleida, Catalunya, España.


Es la política local, lleidatana, uno de los principales intereses del autor de este blog. En nuestra última conversación, Guillermo me señalaba la dureza de las posiciones secesionistas de ERC y en los últimos tiempos también de CDC con las que se enfrenta en tertulias, foros y debates.
Quiero señalar aquí lo que me parece un uso abusivo de la dicotomía que en política hacen muchos nacionalistas catalanes y que contribuye a la rigidez de esas posiciones. Podemos definir brevemente la dicotomía como la clasificación de unos hechos en dos categorías opuestas, adjudicando atribuciones absolutas, sin grados, a cada una. Blanco o Negro.
Es evidente que el mundo, la Naturaleza, no es así. Esta obviedad no se da mucho en política pese a que sería del todo razonable que se diera. Todos los partidos políticos caen en la simplificación del pensamiento dicotómico. En parte, esto puede ser aceptado como un mecanismo de reducción de la complejidad de la realidad; como lo es la representación política (millones de ciudadanos se reducen a unos cientos de representantes).
Pero es también evidente que en la política catalana y especialmente en el discurso de ERC y CDC, se hace un uso abusivo de la dicotomía: Cataluña-España. Toda dicotomía es reduccionista, deja fuera los matices y eso es poco democrático y nada interesante. Hay que añadir que como forma de representación mental de la realidad, en la que llega a convertirse para muchas personas, puede llegar a generar disfuncionalidades a quien así decide ver el mundo, pudiendo incluso acabar convirtiéndose en una forma de represión mental. A mí me sugiere la imagen de las enormes máquinas de aplastar coches, que convierten todas las variadas piezas y sus funciones en un apretado y rectilíneo montón de chatarra.
Y aún hay más. Una dicotomía puede dar lugar a lo que se llama "falacia del falso dilema"  cuando deja fuera a terceras o sucesivas opciones, haciendo aparecer un dilema a dos lo que no lo es. Creo que la propuesta de federalismo del PSC ha caído aquí.
Así, especialmente grave me parece el uso consciente que se hace de esta dicotomía Cataluña-España ya que se busca -y se obtiene- situar al otro obligatoriamente en la categoría contraria, escamoteándole otras posibilidades y cargándolo con una mochila de falsas atribuciones. Todo lo malo para el otro. Se puede comprender entonces como la simplificación hasta el extremo de una reivindicación acaba convirtiéndola en una exigencia. Ese es el tono actual de los debates.
Ya en las primeras páginas de "El hombre unidimensional" de Marcuse nos encontramos con la evidencia de que estamos, finalmente, ante una forma de control social. Enmarcar un debate, delimitarlo, es dirigirlo. Sin embargo creo que una dicotomía como esta sólo puede funcionar si el individuo, cada uno, hace un esfuerzo para colocarse dentro de una u otra categoría. En ese movimiento, conscientemente o no, está abandonando su visión individual, o quizá encubriendo su falta de libertad de pensamiento y por tanto, asumiendo e interiorizando la represión de quién le ofreció un mundo Blanco o Negro.
Pierre Bordieu dice en "Cuestiones de Sociología" (Ed. Akal, p. 243): "Se puede mostrar como (...) los partidos, como los periódicos, sufren constantemente el empuje de dos tendencias antagónicas, una que les impele a acentuar las diferencias, incluso artificialmente, para distinguirse (...) y otra que les impele a extender su base anulando las diferencias". Son los sesgos de grupo, la necesidad que todos llevamos en nuestra esencia de identificarnos con aquellos de quienes nos sentimos parte y distinguirnos de los otros con los que no nos identificamos.

Creo que Cataluña y España no deben ni pueden dejar de reconocerse mutuamente ni los ciudadanos dejarse llevar tan fácilmente. Es necesario cultivar el propio pensamiento y mantenerlo independiente, capaz de reconocer las trampas y el cartón. Claro que los trucos llegan a viejos porque funcionan. Ya lo decían en la antigua Roma: "Divide et Impera"

Carlos Nadal.