sábado, 13 de febrero de 2016

“Tú quieres un show, nosotros queremos un show"

Ayer la Sala Manolita de Lleida trajo a Los Toreros Muertos.    Lo que oyen. Casi nada. La banda triunfó sin matices con un concierto redondo. Pablo Carbonell conectó con el público desde el minuto uno con su estética irreverente y ese humor del absurdo que le caracteriza. Ya saben que un concierto es una comunión entre público y artista. Si alguno falla el show cojea.  En la primera fila un grupo de chicas, digamos de mi edad, estuvieron a la altura completamente entregadas a “Yo no me llamo Javier”, “On the Desk” y otros temas antológicos que acompañaron la adolescencia de quienes nos forjamos en los 80.  El resto del público fue de menos a más, siguiendo las primeras canciones en modo postureo para acabar saltando con “Mi agüita amarilla”. La sala no estaba a reventar. Dejo para los entendidos en programación cultural el  porqué. Lleida no es una ciudad fácil para conciertos. No hay que ser un experto para detectarlo y encontraran tantas teorías como voces autorizadas para justificarlo. Mientras disertamos, no me cansaré de agradecer a los emprendedores de La Sala Manolita, Dani Simó y Santi Salvador  entre otros, la apuesta por la música en directo y muy especialmente su cariño sin disimulo por las bandas “ochentenas” que han marcado mi generación.  Pongan un ojo en la oferta cultural de La Sala Manolita. Créanme.