A los que nacisteis a finales de los 80 en adelante lo que escribiré
os sonará chino. Pero hubo una época de
esta ciudad en que la zona de “Los Vinos” hoy Centre Históric era el meollo del
fin de semana. Hablo especialmente de
las tardes, no tanto la noche, que también. Había muchos bares. Para mí, sin ánimo de
polemizar, el más relevante era el Banana. Un garito de no más de 20m2 situado
al lado del también desaparecido Can
Jovens, más o menos donde hoy está el
Gilda. Abría de 6 a 10 de la tarde -un horario que hoy se me hace extravagante- y a eso de las 8 se ponía el bar a petar, y sobretodo su calle. Como suele pasar en estos bares de ciudades pequeñas aquella gente acabábamos
siendo una inmensa familia. Era el gran punto de encuentro de jóvenes de todo
tipo y de todo barrio. Todo el mundo se conocía como mínimo de vista. El bueno de René fijo
a los platos siempre con una sonrisa. Y se bebía, vaya si se bebía, mucho más
que las tardes de ahora. Eran otros tiempos; era legal conducir con menos de 0,8
gramos de alcohol por litro de sangre; era legal conducir ciclomotores sin
casco algo hoy impensable. En esto hemos evolucionado bien, porque hoy se ha reducido muchísimo los accidentes de coche y moto, una página negra de
aquellos años. El sexo era diferente, tenías que currártelo bastante. Ahora, pienso, los adolescentes son más maduros en este ámbito, menos complejos y más libertad sexual. No sé cómo
explicarles a mis hijos lo que suponía tener una Yamaha TZR o una Honda NSR. Las
dos de 75cc. Eran las reinas. Quién no quería tener una ansiaba la otra. El resto
éramos de Vespa Primavera y mucho ciclomotor. La calle del Banana era el gran
escaparate de todo esto. Mucha gomina o greñas, y los primeros compases de una
nueva música que se hacía llamar
máquina. Cualquier tiempo pasado fue mejor.